jueves, 24 de mayo de 2012

El Invierno es de los Fuertes


Llevaban varios días siguiendo el rastro, esperando el momento y el lugar más  oportuno, el invierno no permite fallos. Así habían llegado al borde de una hondonada entre las montañas, la pendiente descendía abrupta entre los grandes pinos y las raíces hacían difícil la carrera. Justo al otro lado, la hondonada terminaba en una inmensa pared de roca que se había fragmentado en el lado derecho bloqueando buena parte de la vía de escape por ese lado; por el lado izquierdo bajaba una fuerte corriente fría como el hielo del que provenía. Era el lugar perfecto para la matanza.

El lobo aúlla a una luna roja cubierta de nubes que se deshacen en jirones de nada mientras el gélido viento sopla constante agitando las curtidas ramas vencidas por el peso de la nieve. Huele el miedo del alce en el viento y saliva como si ya tuviese la carne en la boca, sus músculos tensos y duros como el acero, formados por toda una vida de carreras interminables y peleas en la manada, una máquina perfecta. A una señal del alfa comienzan a correr entre la ventisca, siente a los demás miembros cerca, pero el bosque es oscuro y le impide ver más allá del siguiente obstáculo, está demasiado concentrado como para girar la cabeza, no lo necesita, cada miembro conoce su papel como si fuera parte de él mismo, no hacen falta órdenes, la manada se mueve como uno o no sobrevive al frío.

De vez en cuando alguno de los suyos aúlla con fuerza, desde todas partes. Han cercado a la presa y eso pone la nerviosa y la confunde, la guían hacia la roca, su muerte se acerca. No es una cacería normal, hace tanto que la manada no come que la oportunidad se ha convertido en una carrera hacia la vida, o ganas o mueres. No hay posibilidad de fallos y eso la hace más intensa que nunca. Ha visto al alce a unos pocos árboles de distancia, el miedo en los ojos y una carrera desesperada hacia no sabe donde. No se precipita, si se acercase demasiado el animal podría pasar entre sus líneas y huir colina arriba. Un gruñido bajo surge de su garganta y se convierte en un potente aullido que asusta a la caza y la empuja hacia abajo, piensa que escapa pero sólo cumple su cometido, la estrategia no tiene fallos.

Después de muchos aullidos consiguen atosigarla en un claro, el primer mordisco en una de las patas desata el hambre más voraz, el aire huele a sangre. En este momento el alfa carga contra sus compañeros, es necesario mantener la disciplina, si el animal se escapa habrá sido demasiado esfuerzo como para tener otra oportunidad. Carga con sus fuertes hombros  y muerde algunos lomos hasta que se restaura el orden, por suerte ha sido rápido.

El galope final los lleva al muro, dónde el alce se vuelve, dispuesto a vender cara su vida, es el momento más peligroso de la noche y conviene contener el ansia. La manada ataca por turnos de 2 o 3 animales, desde los lados, evitando las astas. Intenta morder en los cuartos traseros, pero sus dientes chocan unos con otros en el aire, produciendo un fuerte chasquido y los cuernos impactan directamente contra sus costillas. Sale despedido contra la roca. En ese momento la manada aprovecha y salta sobre el lomo del animal, derribándolo por completo en un caos de dientes y sangre. La muerte se produce al morder el cuello, chorros de vida inundan la boca de uno de los miembros.  Al poco tiempo sólo quedan huesos y pezuñas y la manada se ha asegurado unas semanas más de vida, ese el futuro más lejano que conocen.

El lobo herido tiene rota una de sus patas y apenas no ha podido comer. Es muy posible que no aguante muchos días el trote de la manada y quede atrás, sólo y herido. Su muerte se convertirá en vida para los carroñeros del bosque. En el bosque el invierno es de los fuertes.



miércoles, 11 de abril de 2012

Reclamos al creador

¿Cuánto tiempo después de la luz?
¿Cuánto tiempo después del cielo y la tierra?
¿Cuánto tiempo después de todo cuanto pudo existir, existió la conciencia?
Fue como si en un viaje nos abandonaras en un asteroide azul y te olvidaras de dejarnos la bitácora, las cartas de navegación, el nombre del lugar de destino.
Sí, decíamos, planeta hermoso es, sin duda, esta Tierra, pero después,
¿Qué hay después de la Tierra?
¿Hacia dónde condice la muerte?
¿Por qué darnos conciencia de la incertidumbre?
¿Por qué la habilidad para conocernos finitos y rebelarnos?
Podrías, cuando nos creaste, haber incorporado la aceptación, un mecanismo sutil en el ADN, que nos hiciera la muerte menos incomprensible, que nos relevara del misterio y la angustia.
No esta simple conciencia de saber que no sabemos nada.

Belli, G.

martes, 10 de abril de 2012

Nómada


Le despertó la caricia de los primeros rayos de luz, que rompieron con suavidad el frío seco de la noche. A los pocos minutos ya calentaba agua en una pequeña olla aboyada por el paso de los años sobre los restos de la hoguera de la noche anterior. Mientras tanto abrió su zurrón y extrajo unas hojas verdes y algo de la carne seca que le quedaba, no mucha. Mientras se hacía el té recogió sus pieles de dormir y despertó y alimento al camello con algo de forraje que había recogido cerca del último pozo, casi únicos lugares donde encontrar comida en abundancia para su fiel compañero de fatigas. Después del frugal desayuno cargó al animal con los pocos bártulos que transportaban y se dispusieron a seguir marcha.
 
El calor asfixiaba y el polvo se le metía en la garganta. Tuvo que cubrir su cara con un turbante para protegerse de la arena y su cuerpo con una túnica para evitar ser achicharrado por un Sol que de momento sólo estaba subiendo, sin embargo podía notar la humedad en el cuerpo, síntoma inequívoco de que su destino estaba más próximo. Hizo un parón de unas horas cuando el sol estaba en lo más alto y aprovechó para comer algo y descansar bajo una tienda improvisada. Su padre le había enseñado a ahorrar energías en los momentos de más calor y a apretar el paso al amanecer y atardecer, cuando el desierto se muestra más benévolo con sus habitantes.

La marcha continuó durante una fatigosa tarde en la que sopló viento del oeste, que transportaba consigo la punzante arena de las dunas que había dejado atrás en días anteriores. Utilizó en una ocasión el conocimiento milenario de su pueblo sobre el crecimiento de las plantas y las sensaciones en la piel para encontrar un pequeño oasis en el que crecía un gran baobab, otra señal más de que abandonaba el desierto y se adentraba por fin en la agradable sabana, con sus matorrales, sus riachuelos y su comida abundante.

La grandes planicies les permitieron avanzar más deprisa e incluso el camello trotó por tramos hasta que el horizonte detrás de ellos se tiñó de rojo, ocupado casi por completo por el sol. Encontró una gran roca en la que podrían pasar al noche protegidos del viento y encendió un pequeño fuego. La variedad de flora del lugar le permitió elaborar una copiosa cena y después de fumar un poco se tumbó a contemplar las estrellas. 

Para los demás el desierto es un lugar duro y desolador, no obstante para él y su pueblo representaba más que un medio de vida, era un hogar, un maestro que enseña a los hombres a luchar por lo que quieren, el valor del agua y el compañerismo, y además un espectáculo de luz cada noche en el cielo estrellado donde leer su posición y hablar con sus antepasados, cuya experiencia en el gran mar de arena había ayudado a sus hijos a sobrevivir durante generaciones en el lugar menos fértil habitado por el hombre, ya lo echaba de menos. Con este pensamiento se metió entre las pieles y se dispuso a descansar.

martes, 27 de marzo de 2012

lunes, 12 de marzo de 2012

En que momento dejé


En que momento dejé de ser para convertirme en hacer,
Cuándo deje de creer para solo servirme del ver.
Cómo fue que olvidé mis sueños,
Y dejé de revolver en mis recuerdos.
Porqué no recuerdo mis metas,
Y solo mis obligaciones.
Quién dejo que mis palabras se las llevara el viento,
Y me quitó confianza,
Me dejó sola e hizo que el resto lo hiciera…
Debió de ser cuando mis pies dejaron de ir descalzos,
O cuando  la rutina empezó a ser parte de mí,
Cuando dejé de valorar lo mio y empecé a creer en lo del resto,
Cuando empecé a seguir un camino en vez de perderme por el,
Cuando dejé de ser yo para ser ellos.
Cuándo…

sábado, 3 de marzo de 2012

Cuando duermes

A su casa llamaba un montón de gente, miles de millones cada día. La gente llegaba y allí preguntaba lo que quería... unos felicidad, otros miedo y otros melancolía. Los había que se llevaban pasión, y otros ternura y amor. Mucha gente llegaba sin saber lo que quería y dejaba que el azar decidiese por ellos. En casa de Morfeo cada noche se traficaba con los sueños...

sábado, 5 de noviembre de 2011

Tormenta de Espadas- Canción de Hielo y Fuego

El capitán la examinó, parpadeó y clavó la vista en Arya.

-Esto...¿Cómo...?

<< Jaqen me dijo que dijera las palabras también.>> Arya se cruzó los brazos sobre el pecho.

- Valar morghulis- exclamó con firmeza, como si supiera lo que significaba.
-Valar dohaeris- respondió él mientras se tocaba la frente con dos dedos