Tic
Tac, el reloj resuena por la habitación a falta de una conversación que
disimule el pasar del segundero durante un tiempo que se hace infinito.
Tic
Tac, de repente dan y cuarto y suena una musiquita, una de esas de reloj de
pared antiguo, que la sacan de la habitación del tiempo infinito y la
transportan a otra época. El sonido evoca un tiempo donde el titilar era de
tazas de café sobre los platillos y una animada tertulia se sobreponía al ya
entonces antiguo reloj entre pastelillo y pastelillo. La abuela se paseaba de
un lado a otro mientras la familia, sentada en círculo, ocupaba todas las
sillas de la casa.
Tic
Tac, son y media y el reloj vuelve a sonar, esta vez la lleva a un sitio mucho
más triste, todos vestían de negro y la lluvia claqueaba sobre el
cristal de la ventana. Un silencio lo envuelve todo, todo salvo el tic taqueo
del impertérrito reloj de pared. Tic Tac
Tic
Tac, menos cuarto y es navidad, en casa hacía un calor agobiante y el
aburrimiento mataba a todos mientras esperaban la hora de la ansiada cena. Tic
Tac, sonó una música que puso a todo el mundo en guardia, Tic Tac.
Tic
Tac y está de vuelta en la salita, mira a su alrededor, nada es como ella lo
recuerda, todo ha cambiado y ahora ya no hay nadie cerca, las luces están apagadas
y una suave luz de primavera entra por la ventana, sin embargo el tiempo no
pasa. Tic Tac, llaman a la puerta por fin, abre y le sonríe. Otra historia que
el reloj recordará cuando los testigos pasajeros del tiempo se hayan ido o
hayan olvidado.
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