jueves, 20 de octubre de 2011

Tic Tac



Tic Tac, el reloj resuena por la habitación a falta de una conversación que disimule el pasar del segundero durante un tiempo que se hace infinito.

Tic Tac, de repente dan y cuarto y suena una musiquita, una de esas de reloj de pared antiguo, que la sacan de la habitación del tiempo infinito y la transportan a otra época. El sonido evoca un tiempo donde el titilar era de tazas de café sobre los platillos y una animada tertulia se sobreponía al ya entonces antiguo reloj entre pastelillo y pastelillo. La abuela se paseaba de un lado a otro mientras la familia, sentada en círculo, ocupaba todas las sillas de la casa.

Tic Tac, son y media y el reloj vuelve a sonar, esta vez la lleva a un sitio mucho más triste, todos vestían de negro y  la lluvia claqueaba sobre el cristal de la ventana. Un silencio lo envuelve todo, todo salvo el tic taqueo del impertérrito reloj de pared. Tic Tac

Tic Tac, menos cuarto y es navidad, en casa hacía un calor agobiante y el aburrimiento mataba a todos mientras esperaban la hora de la ansiada cena. Tic Tac, sonó una música que puso a todo el mundo en guardia, Tic Tac.

Tic Tac y está de vuelta en la salita, mira a su alrededor, nada es como ella lo recuerda, todo ha cambiado y ahora ya no hay nadie cerca, las luces están apagadas y una suave luz de primavera entra por la ventana, sin embargo el tiempo no pasa. Tic Tac, llaman a la puerta por fin, abre y le sonríe. Otra historia que el reloj recordará cuando los testigos pasajeros del tiempo se hayan ido o hayan olvidado.

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